Mi padre se dedicaba al estudio de la antigua civilización Maya. Pensaba que gracias a su conocimiento, llegaríamos a descubrir el origen de la humanidad tal y como hoy la entendemos. Pero en una de sus expediciones en Chichén Itzá, desapareció durante tres meses. Cuando volvió, no era el mismo. Nunca habló sobre lo qué le sucedió en aquel viaje, sólo repetía una y otra vez una extraña palabra: “Balamkú”. Hasta ahora, cuando antes de fallecer, me miró a los ojos y me confesó su significado…
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