Al corriente de que el ejército enemigo ya le pisaba los talones, el doctor se ve obligado a huír de su refugio, un pueblecito de la sierra andorrana donde se había camuflado como profesor de química en una escuela local. Ya habían pasado algunos años de su partida de su Alemania natal pero el Sr. Meins siempre supo que en cualquier momento darían con su paradero y llegado ese momento quería estar preparado para mantener a buen recaudo cualquier información sobre el antídoto. Convirtió su pequeño aula en el escondite perfecto distribuyendo una serie de enigmas, mecanismos y acertijos que servirían de guía para localizarla, con la salvedad de que una vez se entra sólo se podrá salir encontrándola.
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